FUENTE: www.enriquedans.com
Pickle Robot, una compañía fundada por ex-alumnos del MIT dedicada a la fabricación de brazos robóticos tridimensionales para el vaciado de camiones y contenedores, ha levantado 26 millones de dólares en una Serie A, y genera una reflexión interesante acerca del futuro de la logística. En la imagen, un robot vaciando un remolque de un camión iluminado por un par de focos verticales. Y si te planteas qué hacen esos focos verticales iluminando a un robot que, teóricamente, no tendría ninguna necesidad de ello porque no tiene ojos, es que efectivamente, no le harían falta para hacer su trabajo: la luz está ahí únicamente para permitirle detectar la posible presencia de un humano en su camino. Si el haz de luz se interrumpe, el robot se detiene.
Cuando nos enfocamos en la automatización de la logística, el transporte como tal suele estar contemplado, dentro de sus todavía evidentes limitaciones y hablando aún mayoritariamente de escenarios de futuro, por la idea de los vehículos autónomos, sean barcos que llevan contenedores o camiones que circulan por las carreteras. Con todos los problemas y limitaciones que conlleva el concepto de mover vehículos pesados cargados de mercancías, la idea de que lleguen a no necesitar la participación de una persona o una tripulación para ir de un origen a un destino parece ir tomando cada vez más carta de realidad, y preparando el terreno para convertir oficios como el de camionero o el de marino mercante en algo del pasado.
Hablamos de oficios sin duda duros, que suponen un nivel de sacrificio importante, como conducir un vehículo pesado durante horas o afrontar largas travesías en un barco cargado de contenedores. Sin embargo, resulta interesante pensar qué ocurre con esos vehículos y con su carga cuando llegan a su destino, eventualmente un almacén, y es preciso llevar a cabo las labores de descarga. En ese caso, hablamos de un trabajo dentro de la cadena de suministro que requiere un desgaste físico importante: levantar cajas u objetos para transportarlos al interior del almacén y recepcionarlos, con todo lo que ello conlleva de esfuerzo, en muchos casos en las condiciones incómodas de temperatura de un muelle de descarga.
En esos casos, contar con un brazo robótico articulado diseñado especialmente para orientarse dentro de un contenedor o del remolque de un camión, identificar las diferentes cajas y su posición / orientación correspondiente, levantarlas y depositarlas en una cinta transportadora o en un vehículo específico puede llegar a suponer una gran diferencia.
De nuevo, hablamos de trabajos con un componente vocacional probablemente nulo, y que requieren un nivel de esfuerzo importante, lo que implica una mejora sensible tanto a nivel de condiciones de trabajo, como de costes. Obviamente, la necesidad de trabajo humano no desaparece completamente: alguien tiene que hacer algo con esas cajas al final de esa cinta transportadora o en los puntos a los que llega esa carretilla elevadora, pero una parte importante del trabajo, el que se lleva a cabo en el interior del contenedor o del remolque, puede verse sensiblemente aliviado. Y si no, que se lo digan a Papá Noel…
¿Estamos ante una cadena de suministro en la que cada vez se reduce más la participación humana, al menos en su componente de trabajo físico? Todo parece indicar que sí. Transportes con un componente cada vez más importante de autonomía, carga y descarga llevada a cabo mediante robots, y operativa de almacenes que sigue cada vez más la misma dirección, con almacenes en los que ni siquiera puede entrar una persona para las tareas de picking y en los que el packing se automatiza también cada vez más. Si algo parece evidente, es que la logística en general será uno de los campos en los que más veremos avanzar la automatización y la robotización en el futuro.