Juan José Agudelo Ospina ha lidiado en 15 años de su vida con 54 fracturas de todo tipo por sufrir osteogénesis imperfecta. Hoy participa de una academia de robótica con la que ha logrado incluso ser campeón del mundo. Ahora, el reto es repetir la hazaña en 2025.
FUENTE:elcolombiano.com
AUTOR:Cristian Álvarez Balbín
No, no son números para jugar chance o algún misterio matemático. Representan las 10 operaciones ortopédicas y las 54 fracturas de sus huesos que ha tenido que soportar a sus escasos 15 años Juan José Agudelo Ospina, un adolescente que sufre de la enfermedad congénita conocida como “huesos de cristal”. Sin embargo, esta no le ha impedido convertido en un prodigio de la robótica paisa que ha obtenido hasta títulos mundiales.
Juan José es un chico bastante particular. A primera vista parece un adolescente común y corriente. Lleva corte a la moda, usa joyas que lo hacen ver como un cantante de género urbano, en su mano siempre tiene su teléfono celular y saluda estrechando su mano con fuerza. Su soltura, franqueza y confianza en sí mismo dista mucho de ese imaginario que la gente prejuiciosa –tal vez como este impertinente periodista– espera encontrarse con un chico de su condición.
Juan José nació en 2009 en Medellín y se radicó en la vereda Cuchillas de San José, de Rionegro. Según comentó su mamá Luz Ospina, desde su nacimiento fue diagnosticado con osteogénesis imperfecta –también conocida como “huesos de cristal”– una enfermedad rara de la que cuando él nació solo había 48 registros en el país. Esta debilita los huesos hasta volverlos muy frágiles por falta de colágeno.
“Siempre hemos sido claros con él, con su condición y sobre el porqué debe cuidarse mucho. No era fácil cuando había otros niños y él sentía ganas de correr o jugar a la pelota con ellos. Pero aún así, en compensación, hemos tratado de darle una buena calidad de vida que le permita un desarrollo lo más normal posible dentro de las posibilidades. De hecho, no lo sobreprotegemos. Él pequeño me decía que porqué estaba ‘encima de él todo el tiempo’. Pero yo le decía que era para cuidarlo. Aún así, él me pedía que no lo ‘ahogara’. Desde ahí me relajé un poco más porque noté que Juan es muy independiente”, comentó Luz.
Vivir con huesos de cristal
Los primeros años de colegio de Juan no fueron fáciles. El primer reto era encontrar un establecimiento de primaria que se acomodara a sus condiciones.
“Los colegios dicen que son muy inclusivos pero eso es de puertas para afuera o de poner letras en los folletos de las instituciones. Ya en quinto, decidimos que ante tanta incapacidad y pagar un colegio para que solo le calificaran notas –pues él realmente pasaba medio año incapacitado y medio año estudiando– decidimos buscarle un colegio como el actual, que es virtual, y así nos ha ido muy bien”, dijo la madre.
Pero tal vez esa fue la parte fácil de esos primeros años de vida, lo complejo fue cuando, a raíz de la enfermedad, Juan José comenzó a acumular fracturas y cirugías.
“Generalmente me fracturo los miembros inferiores y sobre todo el fémur… ¿Y por qué ahí? Ah pues por que…. ¡Porqué sí! Jajaja”, comentó con la franqueza propia de los jóvenes.
Ya más en serio, Juan detalló que algunas de sus fracturas son tan inverosímiles que solo quien padece una enfermedad como la suya podría estar sujeto a ellas. Desde quebrarse un hueso del pie mientras su mamá le quitaba las medias, hasta un tropezón en las escaleras ha sido motivo para visitar el hospital.
“La más dolorosa fue quitándome la ropa para bañarme. Simplemente sentí que me traqueó el pie y de una me caí al piso. Antes jugaba fútbol pero ya no me gusta tanto porque mi segunda fractura fue porque me desestabilizaron, me caí, me quebré el codo y me tuvieron que operar. Cuando me fracturo, yo de una siento que me quebré. Ya ni me duele. Simplemente siento esa sensación y ya sé que me quebré”, detalló aclarando que dejar de hacer cosas –como jugar fútbol– por cuenta de las fractura no es algo que lo frustre, simplemente lo ve como algo que pasa en su vida.
A sus 10 años, y luego de ingresar al colegio virtual, su familia decidió buscarle opciones de socializar. Fue ahí que conoció la robótica de la mano de un club de Llanogrande. “El tema de la robótica me parecía sencillo e interesante porque lo mío es la matemática y ‘toda esa vuelta’. Ya al año me pusieron a competir y me pareció chévere. Luego me pasaron a otra categoría y competí en el Nacional y también gané”, detalló.
Si bien Juan José despuntaba en la robótica, notaba que la academia de Llanogrande ya le quedaba chica, es ahí que conoció la academia Spixers de La Ceja la que él calificó como una bendición pues allí se siente como uno más y en la que ha ido mejorando su habilidad. Esta, en sus dos años de vida, se ha ido ganando a pulso su lugar como referente en formación de robótica en el país, el continente y hasta el mundo.
Una “forja” de campeones
La academia Spixers es una creación del profesor Sebastian Patiño, un tecnólogo electromecánico amante de la docencia que se ha dedicado en los últimos dos años a buscar esos talentos ocultos que tiene el Oriente antioqueño en robótica.
“La idea con la academia es acercar a chicos de entre 14 a 16 años que tal vez no tenía posibilidades de llegar a estos espacios. Hoy, gracias al patrocinio de la empresa privada como el Centro Empresarial del Oriente, de varias alcaldías y de Devimed tenemos patrocinados 90 alumnos de municipios como Guarne, Marinilla, El Carmen, El Retiro, La Ceja, La Unión y El Retiro. Son chicos de colegios públicos y que pese al talento que poseen, infortunadamente en sus posibilidades no estaba ingresar a una academia de robótica. Por eso es tan valioso el apoyo de estos patrocinios”, comentó.
Patiño defiende a capa y espada la genialidad de sus alumnos –algunos de ellos de origen campesino– que incluso los ha llevado a podios nacionales e internacionales. Spixers ha resultado campeón del país en categorías robóticas como VRC y en VEXIQ High School VEX EDR, lo que la ha vuelto referente. Además, por su palmarés ha logrado incluso alianzas en otros países como México, donde aparte de recibir mentoría, dos de sus miembros junto a otros del equipo Fnatic resultaron campeones internacionales en la categoría VEX del Teams World Championship, al vencer otros 55 equipos a inicios de diciembre.
“Juan José y Jerónimo Restrepo Marulanda hicieron algo histórico que es nuestro primer título internacional. Eso demuestra que estamos haciendo las cosas bien con ellos. Este premio también da cuenta de nuestra capacidad frente a potencias como China, Japón, Europa, y Estados Unidos. Pero más allá de los premios es irle abriendo campo a estos muchachos, que sepan que tienen opciones y que de proponérselo pueden llegar tan lejos como quieran”, comentó el docente.
De hecho, ese es otro fin de la academia, porque entre juego y juego estos genios van “craneando” soluciones para tantas problemáticas sobre todo en las que se pueda aplicar la robótica para el campo laboral, necesidad que hoy y en el futuro tendrá el Oriente sobre todo teniendo en cuenta que cada vez el campo se queda sin quien los atienda. ¿Acaso los ocuparán robots creados por chicos de Spixers? ¿O tal vez el próximo robot que llegue a Marte será construido por uno de estos jóvenes?
“Es más, con Cornare hemos acordado que los jóvenes becados desarrollaran medidores de calidad del aire. Ellos hicieron el diseño y el montaje y los presentamos en la clausura de este año. Eso demuestra que en la zona hay un gran talento y por eso hay que seguirlo apoyando. Además, con academias como esta evitamos que los chicos estén en las calles haciendo cosas ilegales. Los chicos aún con la limitación de recursos se las arreglan para ahorrar para sus pasajes y venir cada sábado porque dicen que pasan bueno pero también porque aprenden, compiten y les va bien”, apuntó.
Actualmente la formación de los chicos se compagina con habilidades psicosociales para tolerar la frustración y otras tantas cosas que se viven durante su adolescencia. Así mismo se les refuerzan pautas de emprendimiento para que sepan que también pueden aportar a la industria desde sus propios esfuerzos.
Todos estos esfuerzos buscan preparar al equipo para el próximo torneo mundial que se realizará en la ciudad estadounidense de Dallas. Por ello, desde ya empiezan a tocar puertas en busca de patrocinios para viajar y dejar de nuevo en alto el nombre de Colombia.
“Hay que vivir el presente”
Juan José, pese a los malos pronósticos de los médicos que le auguraban una vida cortísima, piensa en su futuro. Confiesa que en vez de irse a trabajar a alguna gran empresa como Tesla, prefiere emprender su propio negocio, donde se mande a si mismo.
“También, pensando en mi discapacidad, me gustaría construir un robot asistente. Que haga todo lo que uno necesita cuando está en cama por días o meses, como me ha tocado a mí”, dijo.
Frente a las dificultades que pueden estar atravesando otros niños o jóvenes con enfermedades graves o raras, Juan José les comentó:
“En un momento de dolor, solo relájense. Si se estresan, solo va a ser peor. No dejen que los comentarios de la gente los afecte. Antes, que les den risa en vez de rabia. De resto… disfruten la vida, porque eso de uno estar pensando cómo hubiera sido la vida sin la condición que uno tiene, no tiene sentido. No, hay que vivir el presente. El poder está es en la mente”.