FUENTE: www.elespanol.com
AUTOR: Alberto Iglesias
Su carrera ha evolucionado desde interesarse por el mundo de la ingeniería a raíz de un catálogo de juguetes a reinventar la robótica móvil autónoma.
Joseph Frederick Engelberger nació en el año 1925 en Nueva York y a él debemos los inicios de la robótica. Junto a George Devol, creó la primera compañía especializada en este campo y vendió unos incipientes brazos robóticos a enseñas como General Motors, Chrysler o Ford.
En su honor, y desde 1977, la Asociación Americana de Industrias Robóticas (RIA) otorga un premio en su honor que es conocido, de forma extraoficial, como el ‘Nobel’ de la robótica. Un reconocimiento que este año ha recaído en la protagonista de esta entrevista, Melonee Wise. Una mujer que no es ajena a este tipo de honores, porque también ha sido elegida como una de las mejores innovadoras tecnológicas jóvenes por el MIT Technology Review o el Silicon Valley Business Journal.
Empecemos por el comienzo, como dictan los cánones. A Wise siempre le gustó fabricar cosas. Desde que era una niña. Aunque la vocación le llegó por un catálogo de juguetes, esos que en Navidades resultaban objeto de disputa entre padres e hijos ansiosos de rellenar su lista de peticiones a los Reyes Magos.
«En una ocasión, mi padre trajo a casa un catálogo de juguetes científicos en el que había un robot con sus piezas para construirlo; eso despertó mi interés y mi padre me lo compró», explica a D+I. «Fue mi primera experiencia fabricando un robot desde cero, pero también lo que realmente despertó mi pasión».
«Mi primer robot en la universidad fue un ‘hermoso’ desastre»
Posteriormente llegaría su fase universitaria, como estudiante de física e ingeniería. Aquí Melonee Wise ya construyó su primer robot de verdad aunque, reconoce, «fue un ‘hermoso’ desastre». El resto de su carrera dista mucho de ser tildado de esa manera: hizo prácticas en la mítica Honeywell Aerospace, investigó en la Universidad de Illinois, participó en el programa de estudiantes de vuelo en gravedad reducida de la NASA y fundó varias startups en el campo de la robótica.
Un currículo envidiable del que pedimos a Wise un destacado, un momento trascendental en su vida. Y se queda, como no, con esa experiencia con la NASA, un hito al alcance de muy pocos. «Volar en el KC-135 para realizar investigaciones en microgravedad fue una experiencia increíble, poder ‘volar’ en microgravedad y conocer a astronautas en formación como parte del programa».
Emprendedora por partida doble
Melonee Wise ha cofundado empresas diferentes relacionadas con la robótica: Unbounded y Fetch. Pero, ¿qué le motivó a dar el salto al mundo emprendedor, viniendo de esa carrera marcada por la Academia?
La respuesta a esa cuestión debemos buscarla en su paso por la firma Willow Garage, donde durante cuatro años estuvo centrada en acelerar la robótica a través del código abierto. «Sin embargo, en los dos últimos años el fundador quiso que nos centráramos en ‘lo próximo en robótica’. Pasamos un par de años estudiando el mercado de consumo y empresarial de la robótica, investigando diversas aplicaciones y problemas que pudieran resolverse», detalla.
«Finalmente, me convertí en responsable de desarrollo de robots, donde un equipo de veinte personas diseñó y creó prototipos de robots para estas investigaciones. Dentro, éramos cuatro los que realmente buscábamos profundizar en las aplicaciones industriales de los robots, en el almacenamiento y la fabricación. Vimos cómo los robots podían tener un impacto significativo en la manipulación de materiales, la recogida, la mano de obra, las operaciones de productividad y la experiencia de los trabajadores de primera línea en estas industrias: Fetch Robotics se fue gestando a partir de esa convicción».
De los «robots frikis’ a DHL y Zebra
De esa convicción surgieron varios proyectos interesantes. Uno de ellos, el que más atención mediática recibió, fue TurtleBot: un robot para mercado de consumo que, a la postre, se convertiría en una de las plataformas por defecto para la enseñanza de robótica a nivel universitario.
La primera versión de TurtleBot se lanzó en 2010 y, desde entonces, se han producido cuatro generaciones y se han publicado varios miles de artículos revisados por expertos utilizando este dispositivo.
«Queríamos mostrar a la gente que se puede hacer un mapa y conducir en ese mapa para que se interesen por la robótica»
«Mi colega Tully Foote y yo habíamos estado discutiendo sobre cómo podíamos desarrollar controladores de creación para el Sistema Operativo de Robots (ROS), y cómo podíamos bajar la barrera de entrada para ROS. La navegación es la parte por excelencia de ROS. Mostrar a la gente que se puede hacer un mapa y conducir en ese mapa es lo que hace que se interesen. Así que conseguimos el Kinect y lo conecté todo con el iRobot Create», introduce Melonee Wise.
«En Willow Garage recibíamos visitas que veían el prototipo de TurtleBot y preguntaban: ‘Oye, nos gusta esto, ¿podemos comprarlo?’ Rápidamente nos dimos cuenta de que TurtleBot era algo más que Tully y yo divirtiéndonos con robots frikis. Pulimos el diseño y la experiencia de usuario y empezamos a crear la comunidad de TurtleBot basándonos en el diseño de hardware de código abierto que lanzamos».
Pero como pueden imaginar, los robots frikis no fueron lo único a lo que Wise se dedicó en su startup Fetch, sino que también entró en un segmento tan potente como el de la cadena de suministro y la logística, trabajando con enseñas de primer nivel como DHL y atrayendo el interés de Zebra Technologies, donde actualmente trabaja como vicepresidenta de automatización robótica. De hecho, nuestra protagonista admite abiertamente que es esta vertiente la que verdaderamente alimenta sus ilusiones respecto a la robótica.
«Estoy más interesada y comprometida con la parte industrial. Eso quedó claro durante el tiempo que pasé en Willow Garage trabajando en el próximo gran avance de la robótica. Me parece que la oportunidad de innovar e inventar aplicaciones para los retos industriales es más fácil y no está limitada por las expectativas de precios de los consumidores», responde.
El futuro de los robots móviles autónomos
En el presente de Melonee Wise, tres palabras conforman su vida: robots móviles autónomos (AMR). En plena oleada de robots y cobots, de alianzas entre humanos y máquinas, de convivencia entre metal y carne, esta experta no duda en afirmar que el campo de los comportamientos sociales «es realmente una de las áreas de investigación y aplicación más avanzadas».
«Esencialmente, queremos hacer que los AMR se comporten de forma más inteligente junto a los trabajadores humanos y en distintos entornos de fabricación y almacenamiento. Un mejor comportamiento social puede mejorar el rendimiento, la velocidad y la armonía general, y eso se suma a su propuesta de valor».
«El objetivo es que los robots móviles autónomos se comporten de forma más inteligente junto a los humanos»
Al pedirle una panorámica general sobre el estado de la técnica en estas lides, Wise profundiza algo más en la idea de integración y convivencia: «Todo pasa por la orquestación. Esto significa pasar de la automatización de procesos individuales a la automatización de conjuntos completos de procesos que pueden ‘hablar’ entre sí. Así, en lugar de islas de automatización, nos dirigimos hacia ecosistemas o archipiélagos de automatización. Un sistema de gestión de almacenes puede comunicarse con un AMR que puede comunicarse con una impresora industrial, un escáner industrial fijo o un sistema de visión artificial».
Así -detalla- la cinta transportadora, el robot y la impresora trabajan juntos para procesar y despachar un paquete o un palé, con notificaciones en tiempo real en la pantalla del ordenador móvil de un trabajador sobre lo que está ocurriendo y la siguiente acción necesaria. En ello trabaja Wise en Zebra, tratando de crear esos ecosistemas de automatización y aunando tecnologías como la propia robótica, la visión artificial, software y otros dispositivos conectados.
¿Hardware o software?
Melonee Wise tiene, como ya ha quedado patente, una dilatada experiencia tanto en el diseño de hardware como de software aplicado a la robótica. Le pedimos, como quien elige entre papá y mamá, que se decante por uno de los dos polos como el mayor desafío a la hora de imaginar el futuro de esta área de actividad.
Y, como no podía ser de otra forma, opta por la respuesta salomónica: «Hoy en día no hay robótica sin hardware ni software. He trabajado en el campo del código abierto. He sido desarrolladora principal de ROS. He construido robots. Comencé mis estudios académicos y mi carrera profesional más bien en el ámbito del hardware, pero rápidamente aprendí que para llegar a donde quería estar, tenía que aprender a programar, así que me formé por mi cuenta para ser programadora»
«No creo que podamos permitirnos el lujo de ser sólo hardware o software si no nos tomamos en serio una carrera en el sector de los robots y el avance de la industria: la industria y los clientes a los que servimos necesitan ambas cosas», sentencia.
En lo que sí se muestra más tajante es en lo que concierne a las crecientes preocupaciones sobre la ciberseguridad (y la privacidad); temas especialmente candentes conforme se van democratizando los robots en entornos de misión crítica o lugares sensibles. «Gran parte de la industria está pensando muy detenidamente en esto, pues ya hemos visto los retos que han experimentado otras áreas ‘vecinas’, concretamente el IoT y la robótica de consumo. Sin embargo, creo que la tecnología de la privacidad y la seguridad se está poniendo al día rápidamente para ayudar a abordar estas cuestiones».
Robots para suplir la carencia de operarios
Llevamos muchas décadas hablando de robótica, desde los tiempos de Engelberger y Devol. Pero el momento que vive esta industria, el despegue masivo de esta tecnología, tiene justificaciones tanto técnicas -como las antes descritas- como de necesidad imperiosa del mercado.
Wise, en ese sentido, apela a un catalizador inmediato en los cierres por pandemia y el fenómeno de la ‘gran dimisión’: «Los AMR son cada vez más frecuentes para cubrir las carencias de mano de obra y ayudar a atraer y retener a los trabajadores. Un artículo reciente de The Financial Times cita el ejemplo de una empresa de logística que realizó 26.000 contrataciones para conseguir los 13.000 empleados de almacén que necesitaba, porque muchos de los nuevos contratados abandonan después de los primeros días».
Continúa la entrevista tirando de datos y cifras que justifican esa perspectiva: el 23% de los operadores de almacenes europeos ya han implantado alguna forma de AMR en la actualidad, similar a la tendencia mundial (27%). Dentro de cinco años, se espera que esa cifra aumente hasta el 88% en Europa y el 90% en todo el mundo. En 2030 se prevé además que haya 500.000 envíos de robots móviles en almacenes en todo el globo.
«El ritmo de la economía a la carta, impulsado sobre todo por el auge del comercio electrónico, hace que la eficiencia en el tiempo y la productividad sean más necesarias que nunca, y los AMR también están ayudando en este sentido», explica.
Retos de futuro (y escala)
Los retos relacionados con las baterías, las comunicaciones de baja latencia y las decisiones guiadas por la inteligencia artificial son fundamentales para el devenir de la robótica industrial. No podíamos cerrar la entrevista con Melonee Wise sin preguntarle por cómo ve la investigación y la innovación en estos aspectos.
«Cuando miramos hacia los próximos diez o veinte años en términos de innovación, gran parte de los cimientos ya están puestos y el principal obstáculo para estas tecnologías es la escala», responde. «Desde 2004, cuando tuvo lugar el DARPA Grand Challenge (una carrera de vehículos autónomos), hemos asistido a la evolución de la tecnología Lidar para estos coches, pero poco ha cambiado la tecnología fundamental. Lo que más ha permitido la proliferación de esta tecnología en las dos últimas décadas ha sido la escala y la especialización. Esto es lo que también espero que veamos en las baterías, la comunicación de baja latencia y el deep learning».