Este brazo articulado de Adamo usa cámaras 3D, sensores y termografía para medir la temperatura corporal y masajear con aire comprimido.
FUENTE: www.elespanol.com
AUTOR: Julio Miravalls
¿Se pondría usted en ‘manos’ de un robot para recibir un masaje? ¿Y si el robot ni siquiera tiene manos? Carlos Jiménez, managing director de Adamo Robot, puede subrayar, incluso, con cierta crudeza lo insólito que resulta contar con «un autómata para tratar el dolor. Seguramente todos hemos pasado dolor en algunas situaciones de nuestra vida y no es lo mismo fiarte de una persona que fiarte de un cobot [robot colaborativo]…».
Pero eso es lo que propone su startup, creada hace tres años en el seno de Future Sense, que es parte del grupo Inspiralia. Una organización que hace consultoría de innovación en la cúspide, entra en la especialidad de medicina, software e ingeniería robótica en el escalón intermedio y termina montando en la startup especializada un brazo robótico, un ‘robot colaborativo’, para dar masajes.
En materia de confianza médica, Jiménez recuerda la existencia del sistema Da Vinci, creado en 1985, que desde más o menos el comienzo del milenio se utiliza regularmente para intervenciones quirúrgicas bajo control remoto. Pero en ese caso, hay un cirujano dando las órdenes a la máquina.
El robot Adamo, nombre inspirado por el Adán de Miguel Ángel que recibe la vida de un impulso del dedo divino en la Capilla Sixtina, es un dispositivo basado en un brazo articulado de Universal Robots (UR) que puede actuar por su cuenta una vez que tiene un plan definido.
Al diseñarlo quisieron que fuera «totalmente ergonómico, de fácil traslado, con movilidad y que no asustara al paciente. Que pudiera entrar en una habitación de hotel o de un hospital y que pudiera manejarlo un operario», explica Jiménez en una presentación de casos de éxito de UR.
Un tratamiento no intrusivo
El robot, como ya está dicho, no tiene manos. Ejerce presión en las zonas requeridas del cuerpo mediante un chorro de aire comprimido que puede aplicar presión continua sobre los ‘puntos gatillo miofasciales’ (PGM) de la espalda con la máxima precisión. Esos puntos deben ser definidos por un profesional médico o fisioterapeuta.
El sistema aplica presiones entre cuatro y ocho bares. Un bar equivale a poco más de un kilogramo por centímetro cuadrado, que es la presión (el peso) de referencia que ejerce la atmósfera terrestre al nivel del mar.
«El paciente tiene una experiencia agradable», asegura Jiménez. «Es importante destacar que el brazo robótico no lo toca, no es intrusivo. El paciente está 100% seguro y ni nota ese tacto, no tiene una percepción de dolor».
Según las estadísticas que maneja, el 80% de las personas padecen dolor de espalda a lo largo de su «carrera profesional, en el ámbito familiar y deportivo. Es el problema más importante y la primera causa de discapacidad laboral en el mundo. El impacto económico es brutal y en la sociedad, también».
Ventajas de la tecnología
Así pues, afirma que para «el proyecto, desde el punto de vista de innovación, el primer objetivo era mejorar la salud de las personas».
«Cuando podemos asistir a una sesión de fisioterapia a través de un profesional sanitario que tiene el complemento del robot, acabas de tratar a una persona y hablas con ella, te das cuenta de que realmente se siente mejor y le ha sido útil», añade.
«El paciente tiene una experiencia agradable». En su opinión, ofrece «la ventaja de poder acortar las listas de espera, al poder incrementar el nivel asistencial» resolviendo «trabajos repetitivos» en masajes de la zona lumbar que regularmente tienen que aplicar los fisioterapeutas.
Una vez que especialista define la misión del robot con un paciente concreto, en las siguientes sesiones no es necesaria su presencia y puede dedicar el tiempo a otros pacientes.
El sistema, cuyo elemento central es un brazo R5E (con cinco articulaciones), incluye cámaras 3D, sensores y «campanas termográficas» para «medir y cuantificar la temperatura corporal de los pacientes. Podemos medir la evolución del dolor en las sesiones», detalla Jiménez. El mapa termográfico de la espalda detalla la sensibilidad al dolor en las diferentes zonas y las sesiones están totalmente personalizadas para cada uno.
De esta manera, según «el perfil del paciente», puede someterse «en cualquier momento» a una sesión de fisioterapia. La información que recoge el robot Adamo les llega luego y «al paciente y al fisio, que va viendo la evolución».
España y Reino Unido
Jiménez incluye en su descripción consideraciones de tipo social y económico, como el «tercer objetivo» de su compañía: «Acercar la tecnología a la sociedad a un precio competitivo y poder tratar a mayor número de personas de cualquier escala social, desde gente que tiene dinero a gente que no. Si incrementamos el servicio asistencial, toda la sociedad podrá mejorar».
Otro factor es que, trabajando en la nube de Amazon Web Services con un software propietario desarrollado específicamente, se ofrece la posibilidad de recibir un masaje personalizado en Madrid, Zaragoza o Londres. «Siempre que exista una máquina Adamo puedes recibir tu mensaje personal, una vez que ya está grabado el tratamiento, en cualquier parte del mundo».
«El sistema es capaz de trabajar en automático, pero también puedes tratar de forma manual otro tipo de patología, no solamente la espalda de forma automática», dice Jiménez. Daños como «una fascitis plantar, que todos los que corráis sabéis lo que es eso, tratar un gemelo o cualquier otra patología muscular».
El dispositivo «está en camino de certificación médica, que es un proceso un costoso muy laborioso. Ya hemos pasado el ensayo clínico y estamos pendientes de la aprobación, en este caso del órgano competente del hospital donde se han realizado las pruebas con los pacientes». Adamo Robot ha construido tres prototipos funcionales.
La empresa tiene sede en Madrid y en Logroño, su principal campo de operaciones, donde se han desarrollado las pruebas, además de referenciar oficinas en Cambridge (Reino Unido), Viena (Austria) y Miami (EEUU).
Con orgullo recalca Jiménez que «es el primer dispositivo en el mundo que trabaja con robótica colaborativa para tratamientos de fisioterapia. Una nueva acción, bastante importante, totalmente española».
Y, además, cumple «los estándares más complicados en la industria» estadounidense para el tratamiento de personas. «Todo con una trazabilidad enorme para la certificación médica, a partir de los ensayos clínicos con personas y la compatibilidad electromagnética».
El dispositivo, concluye el director de Adamo, «lleva la misma certificación médica que un marcapasos, que es intrusivo y está dentro de una persona. En nuestro caso, es la máxima seguridad que postulamos».